Si “no mentir” y “no engañar” son principios morales (partiendo del concepto de la bioética como un estudio sistemático de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y de la salud, examinada a la luz de valores y principios morales2),
la deshonestidad académica, como el “copiar” y el plagio, en su sentido de conducir a formas de engaño, es un asunto que se encuadra perfectamente en el concepto,
principalmente cuando se relaciona a procesos evaluativos y producciones en los campos de las ciencias de la vida y de la salud3.
Como consecuencia, uno de los grandes desafíos actuales del sistema educacional brasileño es la creación de una cultura en la cual predominen
el comportamiento y la postura ética entre los académicos. Ese desafío, lejos de apuntar un fenómeno nuevo por esencia, se refiere a los orígenes de la educación en sus diferentes niveles,
en diferentes eras y localizaciones geográficas. Un elemento nuevo en ese contexto es el alto desarrollo tecnológico actual, el cual ha proporcionado medios de comunicación cada vez más eficaces
y que hicieron incluso más complejo el desafío de lidiar con el comportamiento ético. En un mundo de tantos recursos electrónicos de comunicación, los procedimientos para “copiar” y plagiar,
por ejemplo, tuvieron nuevos refinamientos y amplificación, con recursos cada vez más elaborados, banalizados en ciertos contextos y ambientes académicos.